viernes, 6 de enero de 2012

El Pajar de la Imaginación.


        Comienza Saramago su cuento La flor más grande del mundo, afirmando que las historias para niños deben escribirse con palabras muy sencillas, porque los niños, al ser pequeños, saben pocas palabras y no las quieren muy complicadas, pero nosotros creemos, que en esto, el gran poeta-escribidor se equivocaba. Las palabras, como las plantas, tienen una fuerza dentro que al llenarse de luz, la luz del aire al decirlas, o la luz de los ojos al mirarlas, limpian cualquier bruma, no hay palabras grandes o pequeñas, no hay palabras fáciles o difíciles, ni siquiera palabras imposibles, la palabra más sencilla, la que tiene pocas letras, es, a veces, las más difícil de decir, mientras que, la más larga y de peliaguda pronunciación es repetida por los niños en sus juegos…  Las palabras, como los árboles, cuentan historias, ambos se nos presentan a menudo mellados por el tiempo, manchados por el hollín de siglos de sombra constante. Un árbol solitario encierra en sí mismo todo un mundo: tanta luz, tanta dureza, tantas hojas, tantas vidas pequeñas dentro… Una sola palabra perdida en la imaginación de un niño es un mundo en sí misma: tanta felicidad, tanto misterio, tanta ensoñación, tanto miedo…
 De la unión de ambos, que frecuentemente parecen contrarios, naturaleza y fantasía, tierra y cielo, nace este pequeño rincón mágico dentro de nuestra granja, que hemos tenido a bien bautizar como El Pajar de la Imaginación.
  En él pretendemos buscar la aguja con la que poder tejer la red en la que se enrede la ilusión de los niños que nos visiten, y ovillar con ella una madeja gigante, para después deshacerla  para entrelazar, entre las vigas de nuestro pajar, una tela, en la que la araña de la Literatura pueda atraparnos y devorarnos a todos, depositando sus huevos pregnados de imaginación en nuestras manos.

  Este año, será Saramago, quien, acompañado de alguno de sus personajes, embrolle entre las pajas, permitiéndole, como si de errabundo Don Quijote se tratara, que la amontone para hacer con ella su colchón, poblando el espacio de sus sueños. Por él deambularán curas locos obsesionados con la idea de volar, mujeres capaces de ver dentro de las cosas, siempre y cuando ningún alimento haya entrado en ella tras el despunte del día, pequeños hombres, que a nada parecían atreverse y que de pronto se nos revelan como intrépidos aventureros, mujeres decididas, fingidoras y valientes… y, en él, encontraremos palabras, muchas palabras, algunas viejas como la tierra, otras hondamente arraigadas al suelo. Todos ellos, bajo la sombra de una flor que, cual roble, ensombrece los campos; todas ellas, suspendidas en el aire, henchidas de luz, como aceitunas a punto de desprenderse.
  Para llegar a este lugar, nemoroso y onírico, hay que, como la protagonista del Mago de Oz,  seguir el camino de baldosas amarillas, que nos conducirá a casa, vernáculo escondrijo de juegos y sueños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario